laurarikman X Vein Magazine (Barcelona)
Enero 2023
Una conversación con Rocio Madrid para Vein Magazine :
LAURA RIKMAN: «MI OFICIO REQUIERE DE UNA PACIENCIA EN PELIGRO DE EXTINCIÓN»
Define a su oficio como enemigo de la rapidez. Grabado a buril, modelados en cera, miniaturas al gouache… En medio del torbellino del fast fashion usa estas técnicas para crear piezas únicas e irrepetibles. Rocío Madrid retrata a la diseñadora de joyas en su estudio y habla con ella para #VEINDIGITAL.
Es mejor no cuantificar el tiempo que lleva hacer una miniatura, una labor de monasterio en medio de la capital, pero si has experimentado el gusto que provoca la contemplación, la disfrutas. Laura Rikman va alzando su marca de joyas a nivel internacional, ha trabajado con diseñadoras como Grete Möeller y Maria Bernad y le gustaría lanzarse en breve al diseño de ropa.
Vive en Madrid, su oficio es el de Grabadora, trabaja en la Casa de la Moneda y lo compagina con su labor de joyera. Me recibe en su casa estudio; no necesita mucho espacio para su taller, con cinco botes de pintura y un juego de pinceles consigue replicar a Philippe de Champaigne. Se mueve con la finura de una bailarina de ballet, sabe tocar el violonchelo y hasta el jabón de manos de su baño está marcado por su identidad atemporal: radiante de elegancia postmoderna.
VEIN —¿Cómo conseguiste la prenda de época roja que cuelga de tu ventana? ¿Tiene un nombre concreto? ¿De dónde nace esa sensibilidad tuya hacia el pasado?
LAURA —Ese vestido rojo es de una de las primeras colecciones de Grete Möeller, una diseñadora alemana afincada en Londres que tuve el placer de conocer en febrero de 2020 justo antes de la pandemia.
Nos seguíamos mutuamente desde hacía tiempo pero fue en ese viaje cuando nos conocimos y decidimos hacer una colaboración juntas. Ella creaba colecciones inspiradas en vestidos barrocos y románticos y cuando vio mi trabajo me propuso crear una serie limitada de dibujos en miniatura sobre marcos de casas de muñecas. Estas piezas funcionarían como broches sobre sus corsets, vestidos y zapatos. El resultado fue un éxito para ambas. Desarrollé todos los modelos durante el confinamiento, se los envié y ella a cambio me envió ese magnífico vestido. No tiene un nombre concreto, siempre me refiero a él como “el vestido de Grete”. Me encanta recopilar piezas que tengan una historia detrás. Supongo que por eso me encantan las reminiscencias al pasado, me ayudan a no olvidar y al mismo tiempo me motivan cuando recuerdo experiencias increíbles que he vivido, hacen que mantenga una atención constante porque la vida siempre me sorprende.
V. —Grabado a buril, modelados en cera, miniaturas al gouache… Son técnicas y oficios que pocos conocen, pero que son los responsables de trasladar belleza entre generaciones. Artesanías casi en peligro de extinción. ¿En qué oficio te consideras tú? ¿Qué consideras del papel de estas artes hoy?
L. —Cuando terminé el Grado en Bellas Artes me especialicé en grabado, en concreto del grabado a buril. Durante el Máster también hice algunos trabajos de modelado para monedas y medallas conmemorativas. En cuanto a las miniaturas, siempre me ha fascinado el formato pequeño de obras de arte y la facilidad para transportarlas de un sitio a otro. Son el ejemplo perfecto de la máxima belleza en el menor espacio posible y juegan un papel fundamental aunque desconocido en el mundo del coleccionismo. Hay expertos y colecciones muy importantes por todo el mundo y en cada gran museo hay una selección magnífica de miniaturas.
Yo me considero grabadora, es una técnica que representa 100% mi personalidad y tengo la suerte de poder dedicarme a ello profesionalmente. El arte del grabado y la medalla actualmente se emplea sobre todo en documentos de valor y piezas conmemorativas, aunque sigue habiendo artistas que en su producción emplean estas técnicas haciendo obras gráficas seriadas o libros de artista.
V. —Tu oficio y tu estilo tienen mucho de atemporal. Un freno ante el convulso ritmo que llevamos, donde prima lo inmediato a la elaboración y a la elegancia ¿Cómo defines tu oficio? Al ser tan atemporal ¿cómo te defines tú?
L. —Supongo que la clave está en traer al presente modas antiguas mezclando motivos clásicos con objetos que hoy en día identificamos como cotidianos. De esta manera, la gente identifica los objetos como actuales pero con esa reminiscencia y magia de un recuerdo pasado. Como bien dices, precisamente lo que me mueve cuando creo es parar, reposar por un momento mis ideas y hacerlas fluir por medio del grabado o las miniaturas. Todas las técnicas que trabajo requieren de mucho tiempo de realización en comparación con los actuales reels de 15 segundos. Me han pedido muchas veces que grabe mis procesos, y lo intento, pero si pinto no grabo bien y si grabo no pinto bien. A veces he hecho videos en directo, pero no son más de cinco las personas que se quedan hasta el final, y es que entiendo que puede ser aburrido ver que tardo casi una hora una capa de un centímetro cuadrado. Además, me parece imposible mostrar en un video de 15 segundos lo que en ocasiones me lleva más de un mes de trabajo, veladura tras veladura de pintura.
Mi oficio requiere de una paciencia en peligro de extinción. Y es que incluso a mí misma me cuesta encontrar un hueco en mi actual rutina para pararme y pintar miniaturas. Puedo pararme en un momento del día, pero necesito como un nivel superior de pausa para ponerme a mezclar colores y pintar. Soy una persona muy creativa y enérgica, pero necesito armonía y tranquilidad para producir obras de calidad.
V. —En tus pedidos de octubre acompañaste tus piezas de un grabado de la Eva de Durero, ¿por qué llevas tan presente la figura de Eva?
L. —Ese grabado de Eva es el primer trabajo de grabado a buril que he realizado de forma profesional, aunque obviamente sigo formándome en esta técnica. Hice una edición de 30 estampas y me hacía mucha ilusión acompañar los pedidos del mes de octubre, en el que cumplo 30 años, con una de estas estampas.
La historia de Adán y Eva siempre me ha llamado la atención por su concepción de la idea de pecado, como si este fuese algo imperdonable y por lo que quedas marcado de por vida. El pecado aquí es sinónimo de delito. Si me paro a analizar la historia: en el Paraíso, Adán y Eva conviven con dos árboles: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento. El árbol del conocimiento se ejemplifica con el árbol de la manzana. Eva contrajo el mālum (manzana en latín), pero aquí el mālum no es pecado, en realidad, el mālum es idea. Desde el Génesis hasta hoy día se sigue con la motivación de hacernos creer que pensar es malo: qué pereza pensar, esto lo he escuchado muchas veces. La figura de Eva y sus múltiples representaciones a lo largo de la historia me han servido siempre de inspiración, al igual que la simbología de la manzana y la serpiente, porque me gustan las cosas que me hacen pensar. Hace poco descubrí la historia de Lilith, que está eclipsada y fue realmente la primera mujer, creada antes que Eva y bastante menos sumisa. Quiero seguir investigando sobre Lilith ahora.
V. —Joya, ¿qué es lo primero que te viene a la cabeza? ¿Cómo definirías tus piezas?
L. —Para mí una joya es un objeto de valor sentimental único. Sin contar el posible valor económico que pueda tener, lo verdaderamente irrepetible es la historia que la rodea y con qué personas has vivido esa historia o lo que representa ese objeto para ti. Por eso, me parecía primordial crear piezas de joyería únicas e irrepetibles, porque para mí, más que el valor material, representan ese valor sentimental. Me parece super especial que de verdad seas tú la única persona que posee un objeto concreto, y más en esta época del fast fashion. Además, comencé a crear piezas inspiradas en antiguos “Lovers Eyes”, recuperando la moda inglesa en la que se intercambiaban joyas con miniaturas de los amantes pintadas en ellas, desde ojos, labios, hasta otras partes del cuerpo como pechos femeninos. La gracia de que no se representara el rostro entero era para que el retrato sólo pudiera ser reconocido por su amante y así mantener el anonimato. Esta idea me fascinó y así empecé a practicar mis miniaturas copiando piezas antiguas y haciendo encargos para amantes contemporáneos.
V. —¿Cómo ves el contexto de la orfebrería contemporánea? ¿Algún movimiento o autores que sigas de cerca?
L. —Creo que ha habido un auge en particular de la joyería artística y las piezas hechas a mano en los últimos años, pero conozco a pocos artistas que se dediquen a restaurar piezas antiguas y pintar miniaturas en ellas. Me gusta estar en un nicho que no sea muy habitual porque eso hace que mi trabajo sea mucho más personal y único. Me fascinan las colecciones de joyería de Schiaparelli inspiradas en el surrealismo de Man Ray, pero si tengo que mencionar a pequeños diseñadores de mi país sin duda me quedo con Julia de Latón Breve y Mateu Lo. He trabajado con los dos y producimos con una filosofía muy parecida.
V. —Has estudiado grabado, pero ¿cómo diste con la técnica de la miniatura y con el proceso de la orfebrería?
L. —Precisamente esa armonía y tranquilidad es lo que experimenté durante el confinamiento. Tuve mucho tiempo para analizar mis proyectos y pensar hacia dónde quería llevarlos. Ya había realizado algunas obras antes en pequeño formato pero quise entonces practicar dibujos y pinturas en miniatura con un nuevo fin. Como artista, es difícil vivir solo de las ventas o encargos de obra gráfica, así que pensé en darles una nueva función al insertarlos dentro de joyas que encontré haciendo limpieza por casa. Reuní varios collares de perlas, medallones y demás joyas antiguas de mi abuela y mi madre y empecé a experimentar incluyendo mis dibujos en piezas a las que le faltaban las gemas o pintando sobre otras. Fue un proceso lento pero empecé a compartir las fotos de las piezas y los procesos por Instagram y el feedback me motivó e inspiró muchísimo. Empecé copiando detalles de cuadros que me gustaban y el resultado fue mucho mejor que comprar un simple print de tu obra favorita: ahora podías llevar puesto en forma de joya ese detalle pintado a mano y que te acompañase donde quisieras.
V. —Tu casa es tu estudio, tiene una luz increíble y parece una extensión de ti, tu estilo está hasta en el jabón de manos. También me parece increíble que con cinco botes de pintura y utilizando unas miniaturas como paletas consigas los resultados que consigues. ¿Cuál es ese proceso? Tu trabajo exige contemplación y muchísimo tiempo, ¿qué te impulsa a esto? Es una tarea de monjes en medio de la capital.
L. —Cuando me puse a buscar piso, uno de los requisitos indispensables fue conseguir un espacio con muy buena luz natural. Cuando decoro mis espacios, necesito rodearme de piezas con las que me identifico, que hablen de las cosas que me gustan o de recuerdos que he vivido. Tengo cuadros de amigos míos, libros, grabados y esculturas que significan mucho para mí y me inspiran a seguir creando. Uno de los beneficios de hacer miniaturas, es que no necesitas una gran infraestructura para producirlas, basta con buena vista, buen pulso, buena luz natural y paciencia. Actualmente trabajo frente al ventanal que tengo en mi salón. Me pongo una buena playlist y primero me siento a leer o buscar imágenes de referencia hasta que me motivo y me pongo al fin a mezclar colores. Hay tardes que no llego a pintar, pero siempre estoy viendo, leyendo y pensando qué hacer. Es un proceso muy lento que disfruto mucho. Todas las técnicas que empleo requieren de muchísimo tiempo así que supongo que me gusta dedicarme a oficios cuyo enemigo es la rapidez.
V. —¿Cuándo consideras que el trabajo está acabado?
L. —Uf, esta es complicada. Imagino que doy algo por terminado en una mezcla entre cansancio del motivo y satisfacción de haber llegado al resultado que buscaba desde un principio. También ayuda mucho tener una fecha de entrega. Creo que si se trabaja con una buena planificación, es más sencillo alcanzar antes ese grado de finalización, pero sí, es muy difícil. A veces me pasa que no puedo levantarme de la silla hasta que he terminado una parte como tenía considerado hacer. También me ha pasado eso de no dar por terminada una obra en un momento concreto, encontrarla al cabo de los años y finalmente darla por terminada sin añadir nada.
V. —Tu armario está lleno de tesoros, hay años de colección seguro, ¿cómo has ido consiguiendo tanta magia? Imagina que tienes que salir porque hay un incendio, en el peor de los casos ¿qué tres prendas salvarías de desaparecer?
L. —Siempre me ha fascinado el mundo de la moda. Soy una persona muy expresiva, vestirme es una forma de comunicarme y no tengo ningún complejo a la hora de mezclar texturas, colores o estampados. Tengo la suerte de haber heredado muchas prendas del armario de mi madre. Sin embargo, empecé a coleccionar prendas de calidad porque las cosas que me gustan quiero poder usarlas mucho tiempo. Me daba mucha pena tener que deshacerme de ropa apenas tras dos años de uso. Tampoco me gustaba cruzarme con gente por la calle que fuera vestida igual que yo así que empecé a invertir en prendas vintage o de diseñadores con producciones muy limitadas. Cuesta más tiempo de búsqueda, pero al final son prendas que me representan mucho más.
Ufffffff sinceramente no sabría cuales en concreto escoger en una emergencia. Creo que cogería la maleta más grande que tuviera y lanzaría la mayoría de las prendas más especiales que más me pongo. Si tengo que elegir tres, imagino que escogería entre una prenda de mi madre, una pieza de PalomaWool y otra de MaisonCleo, que actualmente son mis marcas favoritas.
V. —La influencia inglesa, mientras estabas allí haciendo el Erasmus, ¿cuantas veces fuiste a visitar la colección de orfebrería del V&A? ¿Con qué te quedas de esa época en Londres?
L. —¡Ay, el año Erasmus…! Definitivamente todo el mundo debería vivir esa experiencia, estudiar y convivir con una cultura distinta haciendo amigos que hablen otros idiomas. Por desgracia, las becas Erasmus son irrisorias y hay que hacer un gran esfuerzo, y más viviendo en una ciudad tan cara como Londres, pero merece muchísimo la pena. Mi visión de la vida y las posibilidades que podía tener cambiaron drásticamente. Tuve que trabajar al mismo tiempo que estudiaba, pero fue una de las experiencias más increíbles que he vivido. Me dediqué a observar todo, aprender distintos acentos, expresiones, y relacionarme con gente que quizá en mi país no tendría oportunidad de conocer.
Muchos de los amigos que hice ya no están allí, pero sigo teniendo contacto y es genial poder visitarles y conocer otras partes del mundo con ellos. Esto ha cambiado totalmente mi forma de hacer turismo. Además es maravilloso que en Londres todos los museos importantes son gratuitos. Visitaba el British Museum al menos una vez por semana, pero mis museos favoritos son la National Portrait Gallery, con la mayor colección de retratos que conozco, y el Victoria and Albert Museum. Este último lo visitaba como 2 o 3 veces por semana y nunca me perdía la Jewellery Room.
V. —¿Cuál sería el segundo paso que te gustaría dar con la marca?
L. —El diseño de moda es una espinita que tengo clavada. Además del diseño de accesorios como pulseras, colgantes, pendientes o broches, ya he experimentado pintando sobre joyas en bolsos o cinturones. Quiero continuar explorando el campo de los accesorios. Ya he pintado sobre piezas vintage de Dior y Paco Rabanne, pensando en invertir en piezas de marcas de alta costura para añadirles un nuevo valor con miniaturas hechas a mano y me gustaría seguir por ahí. Por otra parte, considero que todas mis joyas pueden ser unisex, pero estoy pensando en crear algunas dedicadas al público masculino y hacer gemelos o broches de corbata, por ejemplo. Además, en un futuro me encantaría desarrollar algunas colecciones de ropa con mis diseños, con grabados y estampados de varias miniaturas. Estoy preparando algún adelanto que espero que vea la luz pronto.
V. —¿Qué no te falta nunca cuando tienes que hacer una maleta? ¿Hay alguna joya que siempre te acompañe? Aunque vayas de acampada.
L. —Pues tengo unos pendientes de perlas de mi madre que me han acompañado hasta de camping. Pero quizá, de las joyas que he hecho y que decidí quedarme porque me dio pena vender, me quedo con mi colgante de la miniatura de la mano sosteniendo un corazón en llamas, un detalle del cuadro San Agustin de Philippe de Champaigne en 1645.
V. —¿A quién te encantaría ver con alguno de tus diseños?
L. —He tenido la suerte de trabajar con Maria Bernad y su marca LesFleursStudio y cuando ella llevaba algunos de mis diseños fue un sueño. Pero, si tuviera que elegir a una figura a la que admiro muchísimo y tiene un estilo con el que mis joyas encajarían muy bien sería Florence Welch de Florence and the Machine.
V. —Un cuadro que siempre te venga a la cabeza.
L. —Sin duda ‘El paso de la laguna estigia’, de Joachim Patinir, que está en el Museo del Prado de Madrid. Soy una persona muy indecisa y siempre que me veo en la situación de decidir entre dos cosas me visualizo a mí misma en esa barca remada por Caronte, en donde no sé si mi decisión me dejará en un lado del mundo o en el otro.